Forza, Italia
El evento es una de esas ocasiones pedorras en las que una marca de ropa muy cool decide invitar a periodistas a su local de avenida Alvear a un cóctel para presentar una nueva línea de productos. Suele haber periodistas de revistas fashion, cronistas de sociales, modelos, algún que otro gato y muchas, muchas señoras gordas (gordas en cuerpo, en alma, o en ambas cosas) que pertenecen al listado VIP de la firma.
Voy sin ganas pero con expectativas. Hubiera preferido irme a caminar por el puerto (es un atardecer hermoso, cálido y con el cielo lleno de colores increíbles), pero estoy acá, quiero creer que por una buena razón. Al rato de entrar -mientras saludo a alguna gente y simulo no ver a otra-, alguien desde atrás me agarra del brazo y me dice en el oído:
-No me llamaste, mascalzone.
Me doy vuelta y veo, en todo su esplendor, a la tana. Me sonríe y yo me pongo de todos colores. Apenas puedo tartamudear:
-Perdí tu número…
-Ah, pero mirá que sos scemi, eh. Vení para acá.
Me agarra del saco y me lleva a un pasillo lateral. Súbitamente recuerdo que P. me tironeaba así del saco y siento una oleada de nostalgia. Entre palmeras de interior y luces halógenas, nos paramos a charlar en un rincón. A nuestro lado pasan los mozos con las bandejas y dos o tres modistos de la casa, corriendo con los brazos llenos de perchas vacías.
Vuelvo a mirarla deslumbrado, como si la viera por primera vez. Carla tiene un escote alucinante, pero no quiero quedar muy baboso mirándola por debajo de la línea del cuello. Compruebo que su escote exalta los sentidos, pero además -y aquí empiezan mis problemas- tiene una sonrisa de esas que enamoran. Conversamos atropelladamente, superponiéndonos, tratando de no alzar la voz porque el evento ha comenzado.
Me entero de que tiene 26 años, detalle que ignoraba. No me gusta tener nada con minas que tengan más de 25, pero mientras la observo, le extiendo mentalmente un certificado de excepción. Al final de nuestra charla, me dice:
-Venite el sábado, que se hace un torneo de tenis intercountries. Mi novio juega y yo voy a tener que estar ahí.
Debo haber puesto expresión de asombro, porque en seguida agrega:
-Vos vení. No te preocupes por nada.
No es novia del hijo del empresario que mi amigo había dicho, sino de uno de sus socios. Me dice que no le pregunte por eso y yo le prometo que es la última pregunta que le hago. Busca un papelito para anotarme los datos del country. Va hasta un perchero, verifica que nadie la ve y arranca una etiqueta de un traje. Vuelve riéndose y me escribe las indicaciones al dorso de la tarjeta. Agrega su número de celular.
Dice que tiene que irse porque está ayudando en el evento. Nos damos un beso en la mejilla y, antes de irse, me dice:
-¿Sabés cómo se despiden en Italia los amigos?
Me veo venir el pico, así que sonrío y respondo:
-Mostrame.
Se acerca y me da un beso en la punta de la nariz. Luego se va, sonriendo con malicia.
Diez minutos después, me rajo del evento, feliz por haber ido. Yo tenía el dato de que ella hacía un año había trabajado para esa firma y era probable que estuviera. Por esta vez, la suerte me acompañó.
Me alejo caminando hacia el Bajo. Sé que esta mina me va a embocar, pero en este momento no me importa. Sé que nunca va a funcionar: yo tan San Telmo, ella tan Palermo Chico. Yo tan fanático de las sonatas de Schumann, las sinfonías de Beethoven y los clásicos inoxidables del rock; ella con sus horrendos CD´s de tecno dance. Yo tan cronopio, ella tan fama. Esta historia me va a fascinar al principio y me va a costar caro después. Lo sé y no me importa.
El evento es una de esas ocasiones pedorras en las que una marca de ropa muy cool decide invitar a periodistas a su local de avenida Alvear a un cóctel para presentar una nueva línea de productos. Suele haber periodistas de revistas fashion, cronistas de sociales, modelos, algún que otro gato y muchas, muchas señoras gordas (gordas en cuerpo, en alma, o en ambas cosas) que pertenecen al listado VIP de la firma.
Voy sin ganas pero con expectativas. Hubiera preferido irme a caminar por el puerto (es un atardecer hermoso, cálido y con el cielo lleno de colores increíbles), pero estoy acá, quiero creer que por una buena razón. Al rato de entrar -mientras saludo a alguna gente y simulo no ver a otra-, alguien desde atrás me agarra del brazo y me dice en el oído:
-No me llamaste, mascalzone.
Me doy vuelta y veo, en todo su esplendor, a la tana. Me sonríe y yo me pongo de todos colores. Apenas puedo tartamudear:
-Perdí tu número…
-Ah, pero mirá que sos scemi, eh. Vení para acá.
Me agarra del saco y me lleva a un pasillo lateral. Súbitamente recuerdo que P. me tironeaba así del saco y siento una oleada de nostalgia. Entre palmeras de interior y luces halógenas, nos paramos a charlar en un rincón. A nuestro lado pasan los mozos con las bandejas y dos o tres modistos de la casa, corriendo con los brazos llenos de perchas vacías.
Vuelvo a mirarla deslumbrado, como si la viera por primera vez. Carla tiene un escote alucinante, pero no quiero quedar muy baboso mirándola por debajo de la línea del cuello. Compruebo que su escote exalta los sentidos, pero además -y aquí empiezan mis problemas- tiene una sonrisa de esas que enamoran. Conversamos atropelladamente, superponiéndonos, tratando de no alzar la voz porque el evento ha comenzado.
Me entero de que tiene 26 años, detalle que ignoraba. No me gusta tener nada con minas que tengan más de 25, pero mientras la observo, le extiendo mentalmente un certificado de excepción. Al final de nuestra charla, me dice:
-Venite el sábado, que se hace un torneo de tenis intercountries. Mi novio juega y yo voy a tener que estar ahí.
Debo haber puesto expresión de asombro, porque en seguida agrega:
-Vos vení. No te preocupes por nada.
No es novia del hijo del empresario que mi amigo había dicho, sino de uno de sus socios. Me dice que no le pregunte por eso y yo le prometo que es la última pregunta que le hago. Busca un papelito para anotarme los datos del country. Va hasta un perchero, verifica que nadie la ve y arranca una etiqueta de un traje. Vuelve riéndose y me escribe las indicaciones al dorso de la tarjeta. Agrega su número de celular.
Dice que tiene que irse porque está ayudando en el evento. Nos damos un beso en la mejilla y, antes de irse, me dice:
-¿Sabés cómo se despiden en Italia los amigos?
Me veo venir el pico, así que sonrío y respondo:
-Mostrame.
Se acerca y me da un beso en la punta de la nariz. Luego se va, sonriendo con malicia.
Diez minutos después, me rajo del evento, feliz por haber ido. Yo tenía el dato de que ella hacía un año había trabajado para esa firma y era probable que estuviera. Por esta vez, la suerte me acompañó.
Me alejo caminando hacia el Bajo. Sé que esta mina me va a embocar, pero en este momento no me importa. Sé que nunca va a funcionar: yo tan San Telmo, ella tan Palermo Chico. Yo tan fanático de las sonatas de Schumann, las sinfonías de Beethoven y los clásicos inoxidables del rock; ella con sus horrendos CD´s de tecno dance. Yo tan cronopio, ella tan fama. Esta historia me va a fascinar al principio y me va a costar caro después. Lo sé y no me importa.
Recuerdo un poema de Whitman que decía que el fulgor de una estrella es más convincente que cualquier razonamiento. Una vez más, elijo no pensar y avanzar a tientas, mientras me alejo por Alvear con las manos en los bolsillos, mirando las estrellas que empiezan a salir sobre el puerto.
14 Comments:
Jeje. Las sonatas de Beethoven.
Nada mueve más que eso...
(o casi, bah...)
"no me gusta tener nada con chicas de más de 25", mmmm, debes perderte cosas muy interesantes
Ahora entendí por qué!!!
Listo, comentario para mí misma. (risas)
Excelente, Daniel. "Vos vení. No te preocupes por nada." "Me dice que no le pregunte por eso y yo le prometo que es la última pregunta que le hago."
Excelente otra vez. Ya entraste en ese tobogán que te hace la promesa (mentirosa a sabiendas) de la felicidad. En realidad lo más cercano a la felicidad es el tobogán mismo, aunque luego la desembocadura resulte (y estés prevenido) trago amargo, o porrazo mal.
Yo creo que si apenas para encontrarse con esos toboganes, ya la vida merece ser vivida.
A la suerte hay que ayudarla, decía una persona a la que quise mucho, y parece que no se equivocaba.
Mascalzone! Lo máximo, el torneo intercountries, un riesgo de los que se corren, para terminar acalambrado pero contento, no cree?
Besos
Sepa disculpar mi escepticismo viseral, amigo. Yo creo que esto termina mal para Ud. Por las dudas, si falta alguno en el Intercountries y le ofrecen jugar no acepte. Seguro que lo quiebran.
Y, si de todas formas su espíritu dartagnanesco puede más, avise y le digo al Turienzo que lo acompañe con el otro amigo que el tiene.
Verdulera: Gracias por los buenos deseos.
El tipo: hay algo que moviliza tanto como una sinfonía de Beethoven. El disco doble de Remasters de Led Zeppelin.
Fran: Prefiero sub-25. Nada como la carne fresca y los cuerpos esbeltos.
Bater: Ahora que entendiste, explicame, porque yo sigo sin entender (?).
Calandraca: Totalmente de acuerdo. Me preparo para un viaje un montaña rusa, disfrutando los ascensos pero sabiendo que vendrá el desplome.
Tía Nata: Al torneo no tengo que jugar, voy en calidad de espectador. Aunque pensándolo bien, no sé en calidad de qué voy...
Amper: si la cosa se complica, le juro que lo llamo. Véngase con la muchachada peronista así hacemos un desparramo en el country.
Danito, mientras no le griten SIAMMO FOURI DALLA COPA! Y le caigan los tifossis encima...
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pero que divertido es todo esto! daniel, aunque termine con todos los huesos y miocardio rotos, esta historia definitivamente vale la pena ser vivida.
"no pain, no gain"... quien le quita lo bailado???
además es una forma para seguir sacandondole punta para cuando vuelva/vaya a buscarla (tache lo que no correspode) a P.
Ha pasado la posibilidad de terminar flotando en el riachuelo, hoy podemos decir que puede resultar quebrado de una patada de caballo. Es un gran avance Sr. Daniel
danielsan: yo q ud iría con un par de amigos al country, x las dudas nomás, q lo dejen solo con la nena pero q cada tanto lo relojeen tipo guardaespaldas
salu2
Chame: Por ahora es divertido. Veremos qué es después.
Usuario: El torneo es de tenis,no de polo. Aunque esta gente es tan cool que quizás juega al tenis montada a caballo. Hay gente para todo, vio.
Superloyds: Buena idea.Si necesito ayuda, chiflo.
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