Visitando a Mr. Rembrandt
La reunión había terminado antes de lo previsto y yo tenía tiempo libre antes de encontrarme con una persona en el Hard Rock de Recoleta. Tenía casi una hora y pensé en sentarme en una plaza a tomar sol y leer un libro de Beckett que llevaba en el portafolio. De pronto recordé que estaba a pasos del Museo Nacional de Bellas Artes y decidí entrar a hacerle una breve visita a Rembrandt.
Hacía casi un año que no veía esos cuadros de la planta baja y era imperioso volver a mirar esa superficie tersa, con el polvo acumulado de cuatro siglos y aún así con su belleza intacta. El rumor lejano de ciertas clases de mi Licenciatura en Artes me vino a la cabeza cuando estuve frente al cuadro: Rembrandt, el que pintaba sombras y lograba cuadros increíblemente luminosos, el anciano extravagante y genial, el que veía más allá de las formas, el de los cuadros metafísicos, el solitario, el indescriptible. El Rembrandt de la sensibilidad exquisita, el que desnudaba un alma con sólo dibujar un rostro, el de los pincelazos como puñaladas, el que usaba los colores hasta hacer que los cuadros tuvieran voz propia y fueran un grito colgado en la pared.
Hay que mirar un cuadro de frente y en silencio. Si sentís que el cuadro te está mirando a vos, estás ante una gran pintura. Lo decía mi admirado profesor de Plástica Contemporánea en Filo. Siento que Rembrandt mira mi traje oscuro, mi corbata y mi portafolio lleno de presupuestos, financial plannings y estimaciones de resultados. Supongo que desaprueba lo que ve. En la sala vacía y silenciosa, la voz de mi conciencia se pone a gritar. Me obliga a completar la licenciatura en Artes que hace un año interrumpí por falta de tiempo para cursar. Sé que está mal visto que un periodista que escribe sobre business & corporate haga una licenciatura con especialización en Plástica, pero en mi vida ya hice muchas cosas mal vistas, y ninguna me hizo tan feliz como esta.
Está bien, maestro Rembrandt, lo prometo. Pronto nos reencontraremos, usted y yo, en las aulas de Puán.
La reunión había terminado antes de lo previsto y yo tenía tiempo libre antes de encontrarme con una persona en el Hard Rock de Recoleta. Tenía casi una hora y pensé en sentarme en una plaza a tomar sol y leer un libro de Beckett que llevaba en el portafolio. De pronto recordé que estaba a pasos del Museo Nacional de Bellas Artes y decidí entrar a hacerle una breve visita a Rembrandt.
Hacía casi un año que no veía esos cuadros de la planta baja y era imperioso volver a mirar esa superficie tersa, con el polvo acumulado de cuatro siglos y aún así con su belleza intacta. El rumor lejano de ciertas clases de mi Licenciatura en Artes me vino a la cabeza cuando estuve frente al cuadro: Rembrandt, el que pintaba sombras y lograba cuadros increíblemente luminosos, el anciano extravagante y genial, el que veía más allá de las formas, el de los cuadros metafísicos, el solitario, el indescriptible. El Rembrandt de la sensibilidad exquisita, el que desnudaba un alma con sólo dibujar un rostro, el de los pincelazos como puñaladas, el que usaba los colores hasta hacer que los cuadros tuvieran voz propia y fueran un grito colgado en la pared.
Hay que mirar un cuadro de frente y en silencio. Si sentís que el cuadro te está mirando a vos, estás ante una gran pintura. Lo decía mi admirado profesor de Plástica Contemporánea en Filo. Siento que Rembrandt mira mi traje oscuro, mi corbata y mi portafolio lleno de presupuestos, financial plannings y estimaciones de resultados. Supongo que desaprueba lo que ve. En la sala vacía y silenciosa, la voz de mi conciencia se pone a gritar. Me obliga a completar la licenciatura en Artes que hace un año interrumpí por falta de tiempo para cursar. Sé que está mal visto que un periodista que escribe sobre business & corporate haga una licenciatura con especialización en Plástica, pero en mi vida ya hice muchas cosas mal vistas, y ninguna me hizo tan feliz como esta.
Está bien, maestro Rembrandt, lo prometo. Pronto nos reencontraremos, usted y yo, en las aulas de Puán.
5 Comments:
Si un periodista que escribe sobre b&c que hace una licenciatura con especialización en Plástica está mal visto, y "mira" así un cuadro y es mirado así por un cuadro, me parece que los que están razonando fuera del recipiente son los criticones, eh.
Aguante la escuela flamenca, carajo, mierda!
(en cualquier momento voy a ir a sentarme en el banco ese que está frente al retrato de la gordita rubia, la del collar de perlas que te mira como diciendo "fijate, viste", a ver si me pone un poquito las pilas).
nene! cursás en Puán?
yo sabía que tenias que ser de por ahí...
No deje de hacerlo, retome lo artístico, vuelva a sentir ese placer inmenso que nos dan las artes plásticas...lo entiendo.
no olviden el Beso de Rodin! Me siento compelida a ir a visitarlo cada vez que ando en las inmeciaciones del mentado museo. voy lo miro, pregunto a las tontas de seguridad cosas que no saben responder, me hago la tonta y paseo la punta de mi índice contra la talla de de la firma, como para ver si en braile, Rodin dice más cosas aun que a simple vista!
Reportando desde la asistencia al director de un reconocida compañía de seguros, me despido (del ejercicio del periodismo, pero nunca del amor por el arte)
Bater: Sos muy generosa. Habría que esparcir el "virus bater" en mi ambiente.
Maru: Yo soy un poco de ahí, un poco de allá...
GC: Somos dos. Vayamos a la conquista del arte!
Tia Nata: El año pasado hice un T.P. en la facultad sobre esculturas de Rodin en Bs.As. y son impresionantes todas y cada una de sus obras. En Bs.As. hay muy buenas reproducciones, todas originadas en su taller de París. Son de la época en que el mejor arte del mundo llegaba a nuestro país. Si te interesa, en el Museo de Arte Decorativo hay más de Rodin.
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