Ah, la femme
La mente femenina es inescrutable. Tal vez porque en estos días estuve pensando en el tema, recuerdo algo que me pasó hace un par de años. Yo había salido con C. casi tres años, y había llegado al punto desolador en que uno descubre que no puede esperar nada de esa persona ni de esa relación. Para mi desgracia, C. parecía no haber llegado a la misma conclusión.
Con toda la ternura de que fui capaz le expliqué que no le veía futuro a la relación y que sería una decisión madura separarnos para ser, tal vez, amigos. Lo tomó con una serenidad que me asombró. Nos despedimos bien, diciendo que al día siguiente nos llamábamos temprano. Pero ella se fue a su departamento y se cortó las venas. En cuanto lo hizo, llamó por teléfono a su psicólogo, que vivía cerca y estuvo allí en diez minutos. Un gran gesto wagneriano. De más está decir que sin consecuencias.
Sin embargo, su psicólogo, su hermana, sus padres y hasta su gato me miraban con odio. Yo me sentí horriblemente mal y traté de acompañarla. Poco tiempo después, la separación pudo hacerse definitiva sin mayores contratiempos: apenas una crisis de llanto en la puerta de mi edificio y poco después el mal momento que le hizo pasar al portero, al que encontró casualmente en la calle y se le acercó para preguntarle por mí y sobre todo averiguar si yo llevaba chicas a mi departamento. Segunda crisis de llanto (en la vía pública, encima), que el buen hombre aplacó como pudo.
Le había dejado claro a C. que podía contar conmigo para lo que fuera necesario, y que siempre iba a estar cuando me necesitara. Lo dije sinceramente, además. Pero no tuve más noticias de ella y me imaginé que estaría en alguna otra historia, contenida y acompañada, y eso me alegró.
Hasta que un año y medio después recibí un furibundo mail suyo. No habíamos tenido ningún contacto, de manera que mi estupor fue absoluto. Me decía las peores cosas, combinando los insultos más soeces con términos tomados de la novelística decimonónica.
Lo peor de salir con una mina que estudia Letras es que, cuando te insulta, te tira el diccionario de la Real Academia por la cabeza. Esta chica combinaba alta y baja cultura, lo popular y lo académico, en un párrafo que hubiera hecho las delicias de Umberto Eco. Incluso era posible rastrear la raíz balzaquiana de algunos de sus improperios.
Recuerdo que entre otras atrocidades me acusaba de no haber leído a Pynchon ni a DeLillo (!). Por entonces yo estaba leyendo a Jonathan Franzen (mi descubrimiento narrativo del momento), de manera que había dejado muy atrás a esos autores.
Recurriendo a toda la paciencia y la ternura que encontré, le respondí con un mail calmado y sinceramente apenado por reencontrármela así. Mi estúpido deseo de ayudar salió a flote otra vez y le dije que si estaba pasando un mal momento contara conmigo.
Grave error. Horas después recibí otro mail, completamente desaforado. Aquí el desborde era evidente, y ya caía en serios errores estilísticos. Hasta de sintaxis. Ahí sí decidí ignorarla. Bloqueé su mail en el filtro de mi casilla, de manera de no tener más noticias suyas. Ya era demasiado. Si me van a insultar, que al menos lo hagan con estilo.
La mente femenina es inescrutable. Tal vez porque en estos días estuve pensando en el tema, recuerdo algo que me pasó hace un par de años. Yo había salido con C. casi tres años, y había llegado al punto desolador en que uno descubre que no puede esperar nada de esa persona ni de esa relación. Para mi desgracia, C. parecía no haber llegado a la misma conclusión.
Con toda la ternura de que fui capaz le expliqué que no le veía futuro a la relación y que sería una decisión madura separarnos para ser, tal vez, amigos. Lo tomó con una serenidad que me asombró. Nos despedimos bien, diciendo que al día siguiente nos llamábamos temprano. Pero ella se fue a su departamento y se cortó las venas. En cuanto lo hizo, llamó por teléfono a su psicólogo, que vivía cerca y estuvo allí en diez minutos. Un gran gesto wagneriano. De más está decir que sin consecuencias.
Sin embargo, su psicólogo, su hermana, sus padres y hasta su gato me miraban con odio. Yo me sentí horriblemente mal y traté de acompañarla. Poco tiempo después, la separación pudo hacerse definitiva sin mayores contratiempos: apenas una crisis de llanto en la puerta de mi edificio y poco después el mal momento que le hizo pasar al portero, al que encontró casualmente en la calle y se le acercó para preguntarle por mí y sobre todo averiguar si yo llevaba chicas a mi departamento. Segunda crisis de llanto (en la vía pública, encima), que el buen hombre aplacó como pudo.
Le había dejado claro a C. que podía contar conmigo para lo que fuera necesario, y que siempre iba a estar cuando me necesitara. Lo dije sinceramente, además. Pero no tuve más noticias de ella y me imaginé que estaría en alguna otra historia, contenida y acompañada, y eso me alegró.
Hasta que un año y medio después recibí un furibundo mail suyo. No habíamos tenido ningún contacto, de manera que mi estupor fue absoluto. Me decía las peores cosas, combinando los insultos más soeces con términos tomados de la novelística decimonónica.
Lo peor de salir con una mina que estudia Letras es que, cuando te insulta, te tira el diccionario de la Real Academia por la cabeza. Esta chica combinaba alta y baja cultura, lo popular y lo académico, en un párrafo que hubiera hecho las delicias de Umberto Eco. Incluso era posible rastrear la raíz balzaquiana de algunos de sus improperios.
Recuerdo que entre otras atrocidades me acusaba de no haber leído a Pynchon ni a DeLillo (!). Por entonces yo estaba leyendo a Jonathan Franzen (mi descubrimiento narrativo del momento), de manera que había dejado muy atrás a esos autores.
Recurriendo a toda la paciencia y la ternura que encontré, le respondí con un mail calmado y sinceramente apenado por reencontrármela así. Mi estúpido deseo de ayudar salió a flote otra vez y le dije que si estaba pasando un mal momento contara conmigo.
Grave error. Horas después recibí otro mail, completamente desaforado. Aquí el desborde era evidente, y ya caía en serios errores estilísticos. Hasta de sintaxis. Ahí sí decidí ignorarla. Bloqueé su mail en el filtro de mi casilla, de manera de no tener más noticias suyas. Ya era demasiado. Si me van a insultar, que al menos lo hagan con estilo.
11 Comments:
uy si daniel, yo también he estado en esa situación. ella no estudiaba letras (si diseño) y no se cortó, se bajó un blister de no sé qué. me llamó la madre desesperada para que vaya y tambien me sentí horrible. esa fue la última vez que la vi. creo que es una bendicion que nunca mas haya vuelto ni a cruzarme con una ex pareja. toco madera!
danielsan, me hizo revivir (involuntariamente claro está) un episodio muy poco agradable con una ex...
x suerte al final terminó bien y sin culpas, pero fue un bajón !!
salu2
Chame y Superloyds: por lo visto, a todos nos ha pasado. Tengo un amigo al que le pasó con tres minas distintas. Era tanta la atracción que sentían las rayadas por él, que le sugerí poner un psiquiátrico y llenarse de plata.
Compañero Daniel:
Veo que el Taller de Coaching Ontológico Peronista ya ha dejado de ser una excusa para Ud. y se convierte en un imperativo. Venga a la Unidad Básica que lo afilio y le sale gratis. Y le dejo una sentencia del Maestro Kun para pensar: "...En tus relaciones con el sexo opuesto nunca desdeñes la importancia de la patada voladora..."
Misma situación, pero roles invertidos.
Y no sabés lo arduo que es sacarse de encima a un psicoanalista lacaniano que tiene las habilidades del cómo, dónde y cuándo perfectamente desarrolladas.
Ah sí, yo previamente lo había insultado con estilo. Ahora que lo mencionás, quizás si reaparece me abro las venas.
Gracias por la idea!
ay danito, que cosas estas cosas... pero esto no hace mas que confirmar mi teoria de que, si la relación terminó bien el post terminación, será largo, nefasto y desquiciante. Entonces, no queda otra que cortar por lo sano y desvincularse total y absolutamente. Ahora bien, no habra conservado el mail de C. el bien escrito digo... una nunca sabe cuando necesitara ideas!
Amper: la sugerencia es buena pero yo prefiero tirar patadas verbales. Generalmente son mas dolorosas y me pone a salvo del Código Penal en su capítulo Agresiones Físicas.
Bater: Antes de cortarte las venas, podés tirarle con la bibliografía de Freud comentada por Melanie Klein. Hay ediciones de tapa dura que parecen concebidas para esto.
Tia Nata: Cortar por lo sano sigue siendo la mejor estrategia. Y por suerte, de C. no guardo absolutamente nada, pero estoy redactando a pedido cartas de amor, de odio y de despedida. Honorarios a convenir.
Lindo blog, me gusta.
debo confesar que este post me angustió un poco. y otro poco me hizo reír.
volveré pronto
saludos,
n.
Nice colors. Keep up the good work. thnx!
»
es muy bajo contar que alguien llega al suicidio por uno
Publicar un comentario
<< Home