Ouch!
Mi desorganización sigue siendo motivo de comentarios maliciosos en la oficina. Anoto cuidadosamente todos los compromisos del día en mi agenda para no olvidar nada, y al rato olvido dónde había dejado la agenda. Guardo el planner del día en un archivo en la computadora, y rápidamente olvido en qué carpeta lo grabé.
Recurro al Post-It, y pego papelitos en el monitor, el teléfono, el vidrio de la ventana y hasta en mi taza, así cada vez que voy a tomar un sorbo de té recuerdo que a las 16 tengo que salir para una reunión. Hace unos años, mi asistente, Valeria, había optado por escribir los compromisos importantes en un Post-It, ingresar a mi oficina y pegármelo en la frente.
De a poco, mi agenda ha sido reemplazada por docenas de papelitos de todo tipo y tamaño, donde conviven desde las cobranzas que hay que hacer hasta el nombre del bactericida que me recomendaron para la palmera que tengo en el comedor y que se está infestando. Ese caos de papeles es mi verdadera agenda; en la Citanova tengo frases sueltas de Picasso y dibujitos surrealistas.
Hoy, al ingresar, abro la ventana de la oficina y se vuelan los papelitos sueltos que hay sobre mi escritorio. Facturas para rehacer, pagos por reclamar, llamados de suscriptores, presupuestos para completar y recortes de diario se alejan en un feliz remolino. Junto con las manos el papelerío, hago un bollo y lo amontono en un rincón. Hoy voy a olvidarme de la mitad de las cosas, pero tengo la excusa de que tuve un problema de agenda.
Recurro al Post-It, y pego papelitos en el monitor, el teléfono, el vidrio de la ventana y hasta en mi taza, así cada vez que voy a tomar un sorbo de té recuerdo que a las 16 tengo que salir para una reunión. Hace unos años, mi asistente, Valeria, había optado por escribir los compromisos importantes en un Post-It, ingresar a mi oficina y pegármelo en la frente.
De a poco, mi agenda ha sido reemplazada por docenas de papelitos de todo tipo y tamaño, donde conviven desde las cobranzas que hay que hacer hasta el nombre del bactericida que me recomendaron para la palmera que tengo en el comedor y que se está infestando. Ese caos de papeles es mi verdadera agenda; en la Citanova tengo frases sueltas de Picasso y dibujitos surrealistas.
Hoy, al ingresar, abro la ventana de la oficina y se vuelan los papelitos sueltos que hay sobre mi escritorio. Facturas para rehacer, pagos por reclamar, llamados de suscriptores, presupuestos para completar y recortes de diario se alejan en un feliz remolino. Junto con las manos el papelerío, hago un bollo y lo amontono en un rincón. Hoy voy a olvidarme de la mitad de las cosas, pero tengo la excusa de que tuve un problema de agenda.
3 Comments:
Jeje...probaste con poner una pizarra en la oficina? A mi me sirvió.
Supe tener un amigo cuya teoría era que existían "papeles" y "papelas", que se reproducían a escondidas aumentando la población de papelitos en los escritorios.
Flor: es buena idea. En mi oficina anterior tenía un corcho donde ponía papeles. Al final tenía tantas cosas pinchadas que el corcho parecia un collage cubista.
Bater: Mis papeles deben tener algo de conejos, dada la rapidez con que se reproducen.
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