2.7.06

Diciembre 2003
La Embajada de Brasil me invita a una fiesta en uno de los salones de La Rural. Hace poco nos separamos con C.,y no da invitarla para ir juntos. María José todavía es una incógnita, y P. es aún esa mina que me gusta pero a la que aún no me acerqué. La invito a Julieta, que acepta feliz.
Llegamos temprano y el clima carioca es notorio desde lejos. La cosa empieza con un cóctel más o menos formal, donde el embajador dice un pequeño discurso que hace reír varias veces a todos. Al terminar le ponen un sombrero de plástico en la cabeza y un collar de flores. El tipo se ríe, agarra a su mujer y es el primero en largarse a bailar.
Con Julieta nos vamos a una de las barras, a ver qué hay: montañas de quesos y fiambres, buffet frío y bocaditos calientes, canapés de caviar, frutas frescas en elaboradísimos bocados que huelen a ananá y mesas enteras de postres. Decidimos arrancar con quesos y champagne, mientras empieza a tocar una banda brasilera que invita a bailar a todo el mundo. Los brasileros bailan hasta cuando comen, con un bocado en una mano y una copa en la otra.
Al rato ya estamos bastante entonados los dos. Nos sentamos en unas mesas con arreglos florales y velas a tomar vino tinto. Hemos pasado por todas las mesas del menú, probando todo lo que se nos puso delante. Mordisqueando platos de palmitos, vaciando copas de vino, conversando de la vida y viendo a la gente que baila perdemos la noción del tiempo.
Hasta que Julieta se pone de pie, me agarra de una mano, dice ¿vamos?, y me lleva a bailar. Pronto se arma un trencito y nos soltamos. Busco la manera de agarrar de la cintura a una rubia a la que estuve mirando un buen rato. El trencito se corta, el que iba agarrado de la rubia se aleja, y yo me lanzo hacia ella.
Julieta está lejos y sabe que más le vale no acercarse. Bailo detrás de la rubia un rato, hasta que le pregunto si no está cansada. Asiente y la llevo hasta un costado. Le ofrezco algo para tomar y pide cerveza. Cuando empezamos a hablar me doy cuenta de que está un poco bebida, aunque me cuesta determinar si lo está menos o más que yo. Al rato bailamos un poco más, y veo que Julieta me mira desde lejos. Sólo deseo que se enganche algún flaco y se divierta, y me deje las manos libres.
Me voy atrás de la rubia hasta los baños. Apenas puedo darle un par de besos, y enseguida estamos de vuelta en el salón. Seguimos conversando y tomando cerveza, pero una amiga ya se acercó a decirle que se encuentran en el estacionamiento para irse. Parece que vinieron en grupo en el auto de otra amiga. La cosa pinta mal porque no avancé demasiado y se viene el cierre. Me voy a buscar torta de chocolate, y cuando vuelvo encuentro a la rubia con el abrigo puesto y hablando con la otra. Nos despedimos rápido: hoy no ha sido mi noche.
Vuelvo a la mesa y al rato se sienta conmigo Julieta. Por lo visto, intentó charlarse a un brasilero sin mucho éxito. Aburridos, cansados, seguimos tomando vino y comiendo con desgano postres de chocolate. Le sacamos la corteza a unos bocaditos, comemos la parte de adentro, que es de ananá y rhum, y descartamos el resto. Lo hacemos hasta dejar una montaña de masa sobre la mesa. Son más de las tres de la madrugada cuando decidimos salir. Voy al baño a lavarme la cara y salimos a la noche.
Julieta tiene un vestido sin hombros y dice que tiene frío. Me quito el saco y se lo pongo por encima. Caminamos por avenida Sarmiento hasta Santa Fe. El aire frío nos reanimó y ya no nos sentimos borrachos. En general, estamos de buen humor, aunque yo todavía tengo algo de bronca por la rubia.
Llegamos a una plaza de Santa Fe, junto al Botánico. Nos sentamos en un banco a charlar. Al rato decidimos cruzar a comprar cerveza en un kiosco abierto. Volvemos con un par de latas para cada uno. Nos estiramos en el banco con la nuca sobre el respaldo, miramos las estrellas y conversamos en voz baja, aunque estamos completamente solos en la plaza desierta. Julieta me cuenta cosas. Tiene problemas en la casa: los problemas que ya conozco, pero la cosa se le está poniendo heavy. En un momento se pone a llorar. Le agarro la mano y nos quedamos así, mirando el cielo y con las manos juntas. Por un buen rato, ninguno de los dos habla. Entre las copas de los árboles, el cielo empieza a clarear.

5 Comments:

Blogger Charlotte said...

Me quedé con que a poco de cortar ya tiene 3 en la mira. Lo suyo es admirable.¿cómo hace?

1:45 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Charlotte: Tener en la mira no es lo mismo que tener a secas. De cualquier modo, de las 3 que señalás, con María José nunca pasó nada, y Julieta fue, es y será solamente una amiga. La única -maravillosa- excepción fue P. Pero en ese momento yo aún no lo sabía.

10:09 a. m.  
Blogger Naty said...

Ah, comida rica y gratis, bebidas y al mejor amigo de una abrigándola y tomándole la mano... las penas son de nosotros, pero compartirlas así, deja un hálito de alegría. Me hiciste acordar a Tomate y me diste mucha ternura.
besos

10:23 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

A la próxima festichola te invito. Besos.

6:26 p. m.  
Blogger Mantis said...

Como ex-prospecto de profesional culinario que soy, me conmoví en el momento en que saboteaste la labor gastronómica comiéndote tan solo lo de adentro. Rellenar esas cositas da mucho laburo.

Pero imagino que te quedaste con hambre. De rubia, digo.

Como muchos de nosotros.

10:53 a. m.  

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