20.6.06

Reencuentros
No me cuesta demasiado memorizar números telefónicos, direcciones ni números de cuentas bancarias. También puedo reconocer cuadros a simple vista o sacar el título de una película con sólo ver un fotograma, aunque la haya visto hace años. Pero con las caras tengo un problema: miles de veces me ha saludado gente a la que no reconocí pese a haber trabajado con ellas durante años. Las caras de la gente se me borran, y generalmente paso por antipático porque jamás saludo a nadie, pero tampoco da para andar explicando que no los saludo porque no los reconozco.
La introducción viene al caso porque, desde hace un par de meses, me acostumbré a ver un informativo nocturno en uno de los cables de noticias. Uno de los presentadores era para mí un rostro remotamente familiar, pero no lo asocié con nadie que conociera.
Hasta que anoche nombraron, con nombre y apellido, a dicho presentador: caí en la cuenta de que cursé más de media carrera con él y que era uno de mis amigos más cercanos en la facultad. Cambió mucho, es cierto: perdió casi todo el pelo, abandonó los anteojos y cambió las remeras de los Redondos por el traje y la corbata. Empecé a observarlo con atención y reconocí el timbre de voz -que sigue idéntico-, la forma de hacer comentarios irónicos (en cámara no comenta ni el 2% de las guarradas que piensa, y se le nota) y hasta la desorganización en los papeles que tiene sobre el escritorio.
Debe hacer como ocho años que no nos vemos, pero me alegré por él. Cursamos juntos el CBC y los tres primeros años de la Licenciatura. Pasamos cientos de horas preparando trabajos prácticos, y tardes enteras conversando en el balcón de su departamento, tomando cerveza y discutiendo qué hacer con nuestras carreras. Cuando yo empecé a escribir en La Nación, él ingresó al equipo de producción de un importante periodista político que por entonces estaba en la tele y la radio. En ese momento, los dos nos felicitamos mutuamente y nos deseamos suerte.
Me alegró saber de él. Sé que debe ser uno de los tipos más inteligentes del noticiero, que debe llegar siempre tarde, y que debe seguir escribiendo textos impecables en una letra sólo apta para egiptólogos. Me pregunto si seguirá escuchando a los Redondos.

13 Comments:

Blogger Naty said...

Es raro como opera la memoria, en términos de no dejarnos huir de ciertos recuerdos. A mí me pasó de ver entrar una chica a un bar, era igual a miles de chicas... sin embargo, cuando estaba yo saliendo escuché voz inconfundible por su nitidez, buen tono y dicción... esa es Marcela, pensé, y giré. Era Marcela, la misma cuyo aspecto me había resultado igual al de miles de chicas... A puesto que a su compa, le siguen gustando los Redondos, aunque no derrita parlantes con ellos!

9:49 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Cierto, Naty. A veces la memoria auditiva tiene más pregnancia que la visual.
A veces basta un mínimo estímulo sensorial para que los recuerdos se desencadenen, como le pasó a Proust con su famosa magdalena.

12:48 p. m.  
Blogger Amperio said...

Es un misterio como funciona la memoria. Yo, por ejemplo, me olvido de cosas simples del tipo de qué iba a buscar a la heladera después que abrí la puerta. Pero, amigo, con las caras soy capaz de reconocer a un compañero de primer grado, reconstruír inmediatamente su rostro adulto hacia atrás veinte años, recordar su nombre y el de la maestra y saludarlo. Y el tipo, por supuesto, no entiende nada, más allá de que se encontró con un tipo que conoce su apellido...

1:02 p. m.  
Blogger Naty said...

Uh que genial lo que acaba de decir Daniel y perdón q desvirtúe el tema y tal vez hasta el sentido mismo del blog. Me recomienda la lectura de En buca del tiempo perdido? Besos y gracias

1:38 p. m.  
Blogger Mantis said...

A mí me encanta que se acuerden de mí, porque casi siempre el recuerdo es mucho mejor de lo que estoy siendo por estos días.

Es como haber ganado una medalla de oro y luiego haber desaparecido en una tormenta de arena.

2:27 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Naty: Si tuviera que darte un solo consejo, uno solo para toda tu vida, sería que leyeras ese libro. Y si me aceptaras un segundo consejo, te diría que leyeras "La guerra y la paz", de Tolstoi.
(te envié un mail, lo viste?)

4:03 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Uh, mantis, que bajón lo suyo. Ojo con el pasado que puede convertirse en un lastre. Y siempre, siempre, es preferible tener más futuro que pasado.

4:05 p. m.  
Blogger Violeta Increíble said...

Qué tema que sacó, amigo! Soy una persona a la que le gusta mucho autoexaminarse y no dejo de sorprenderme por el tipo que actitudes que tengo en cuanto a cuestiones de memoria. Es increíble lo selectiva y al mismo tiempo lo errática que puede ser.
A mí me pasa muy seguido eso de estar buscando algo y no recordar qué era, guardar las llaves en la mochila y tener que revisar al minuto porque se me borró el recuerdo. Incluso me ha sucedido aquello de empezar a leer un libro y, a mitad de camino, darme cuenta de que ya lo había leído (aún cuando la lectura ocupa un lugar muy importante en mi vida). Ahora bien, nunca me olvido de una melodía (o casi nunca) y no es algo forzado o voluntario. También, cuando era chica recordaba cosas perfectamente inútiles, como ser el número que calzaban las clientas de la zapatería de mi viejo. No hay mucha explicación para esto, ni para lo otro tampoco.
Una vez cursé una materia extra para mi carrera que se centraba en los trastornos del lenguaje. Uno de ellos, producido por alguna lesión cerebral, es llamado "prosopagnosia". Vimos un caso de un pibe que había tenido un accidente con su moto y que se había golpeado la cabeza. No tuvo grandes problemas en su recuperación, pero después del accidente no reconocía rostros familiares, ni siquiera los de aquellas personas con las que vivía.
Su mente no grababa las "foto carnet" de las personas, así que las reconocía por el sonido de la voz. Muchos de sus amigos se ofendían porque no los saludaba en la calle. Quedó destinado a vivir entre desconocidos.
Saludos.

4:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Violeta: Qué caso interesante el del motoquero. Es cierto que todos tenemos una forma de memoria específica y distinta, pero esos casos extremos deben ser tremendos.
Si empiezo a olvidarme del rostro de mis familiares cercanos, ya sé qué enfermedad tengo.

5:39 p. m.  
Blogger Unknown said...

a mi la memoria me funciona de manera muy aleatoria sin ser selectiva. puedo recordar una estupidez por años y que caigan el el olvido cosas o personas importantisimas para mi.
algo que me da muchisima verguenza es que soy terrible con las fechas, no retengo ni asocio los cumpleaños de nadie. el de mi hmna y el de mi vieja todavia se me confunden. fucking embres!

12:17 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo también olvido las fechas. Habría que averiguar si hay un nombre específico para esa enfermedad, así uno dice que la padece y queda cubierto.

6:24 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hace poco tiempo, me encontré con un amigo de la primaria (tengo 20 años) y lo reconocí por la voz, aún cuando esta presentaba grandes cambios.
Lo reconocí por la forma de hablar, las pausas, como pronuncia las palabras
La memoria auditiva parece ser mas eficaz que la visual.

Con los rostros, tengo el mismo problema que ud. Salvo con las mujeres

9:50 p. m.  
Blogger Romina Zanellato said...

ohh, soy muy similiar a usted.

nada de caras. pero sí todos los nombres.

ojalá algún que otro compañero de carrera me reconozca en algún futuro diario o revista, por mi forma de escribir.
casi que me emocionó estudiar esto cuando leí el post. cosa que no me pasa muy seguido. un halago para usted.

5 materias y termino periodismo, 22 años, buena presencia, hablo inglés perfecto, manejo el italiano.... trabajo para mí, tendras?

;)

11:35 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home

eXTReMe Tracker