19.5.07

Casi
Centenares de páginas leídas en diagonal. Docenas de páginas escritas a la sombra de la urgencia y el descuido. Rallies cotidianos por el microcentro y alguna maratón por zona oeste. Seminarios de asistencia obligatoria y un libro de Beckett escondido en el interior de la carpeta llena de cifras. En medio de la vorágine, en subtes, taxis, filas de banco y salas de espera, breves oasis de música. Bowie (el eterno, el inoxidable, el deslumbrante Bowie) y las sonatas de Schumann. O Jefferson Airplane y la voz de Grace Slick, mi último enamoramiento repentino. Noches gélidas -por razones ajenas al clima-, mañanas de mal humor y agenda recargada, tardes de introspección y caminatas bajo las arboledas de Núñez. Unos ojos verdes que perseguí y se me escaparon, tal vez ignorando cuánto hubiera estado dispuesto a dar por ellos. En fin, casi nada digno de contar.

3.4.07

2 de abril, 1982

De todas las historias referidas a la guerra, pocas me parecieron más demostrativas que ésta del costo humano que significó aquel delirio. El relato -que circuló años después- dice que un joven soldado que regresaba de las Malvinas al término de la guerra llamó a su madre desde su regimiento en Palermo y le pidió permiso para llevar a casa a un compañero mutilado cuya familia vivía en el interior. Se trataba -según dijo- de un conscripto de 19 años que había perdido una pierna y un brazo en la guerra y que además estaba ciego. La madre, feliz del retorno de su hijo con vida, contestó horrorizada que no sería capaz de soportar la visión del mutilado y se negó a aceptarlo en su casa. Entonces el hijo cortó la comunicación y se pegó un tiro: el supuesto compañero era él mismo, que se había valido de aquella historia para averiguar cuál sería el estado de ánimo de su madre al verlo llegar despedazado.

11.3.07

Review
Los meses de enero y febrero casi no cuentan. El año empieza en marzo, y comienza cuando inauguro una nueva agenda de trabajo. Antes de guardar la anterior la releo un poco y repaso algunas de las cosas que pasaron. Durante mucho tiempo creí que empezar un nuevo ciclo significaba hacer un repaso de todas las cosas que había aprendido. Ahora no estoy tan seguro de ello, pero no puedo evitar pensar que en los 12 meses que pasaron vi cómo se cayeron algunas ilusiones y cómo dejé caer otras. Descubrí que tenía reservas de paciencia que desconocía. Me di cuenta de que era posible perder muchos miles de pesos en un mal negocio sin preocuparme por casi nada, o a lo sumo por tener que aflojar por algún tiempo con la compra compulsiva de libros. Vi que podía pasar cuatro años sin tomar una gota de alcohol, pero que en una mala noche podía asaltar la heladera y bajarme dos botellas de vino y una de champagne que estaban ahí desde hacía mucho. Me di cuenta de que no la quiero pero que me gusta más de lo que reconozco, y de que ella tampoco me quiere, pero insiste en verme porque la hago reír. Observé que alguna gente es capaz de cometer las peores bajezas con la mayor naturalidad del mundo, y que esa gente me da miedo. Noté una vez más que la generosidad suele venir de donde menos la esperamos. Comprobé que las mentiras me siguen poniendo violento. Descubrí un par de cosas nuevas en música, y algunos libros que sé que voy a seguir releyendo siempre. Vi cómo era tener un blog y escribir públicamente cosas que no le contaría a nadie, y comprobar con asombro que la gente lee y comenta. Aprendí que la web está llena de gente que escribe mejor que yo, y que sin embargo esa gente tiene cosas más importantes para hacer que escribir. Miré con ojo crítico las miles de fotos que he sacado y descubrí que ninguna vale nada. Y recordé que al empezar este año pedí, como si fuera un regalo del cielo, un poco más de soledad y silencio.

7.3.07

News
Hace años que soy adicto a los medios. Desde la compra compulsiva de diarios y revistas hasta saltar de CNN a BBC y de TN a Crónica, y de tener puesta AM América las 24 horas a tener centenares de links en la PC a los sitios del New York Times, el Washington Post, Le Figaro, El País de Madrid, el London Times y los sitios de Time y Newsweek. Cuando me suscribí al servicio online de un diario moscovita empecé a sospechar que estaba llegando demasiado lejos. ¿Para qué una suscripción a Moscow Times?. Si se desata una guerra mundial es una buena fuente alternativa, explicaba impávido.
Hoy mientras trabajo hago cada media hora un chequeo general de noticias vía internet. Me entero de choques de trenes en Finlandia, robos a bancos en Escocia, tomas de rehenes en Pakistán, golpes de estado en Africa y estrenos de películas en Los Angeles. Sé que, en sí mismas, las noticias no me importan. Sólo son un medio para comprobar -desde una oficina donde suena interminablemente el sonido del teléfono y el tableteo del teclado- que, del otro lado de las ventanas, el mundo todavía puede ser un lugar emocionante.

15.2.07

Volver
Reabrieron el Británico. Luego de ocho meses de silencio y ausencia, el café volvió a abrir, y todos los que constituían su público -vecinos de cabello canoso y diario izquierdista bajo el brazo, bohemios, vagabundos sin ocupación ni domicilio fijo, caminantes nocturnos, suicidas en potencia y poetas en acto- nos asomamos en tropel a ver si ese Británico era “el” Británico. El ambiente interior sigue igual, aunque con una diferencia: lo que antes era la devastación del tiempo ahora tiene la prolija respetabilidad de lo antiguo. Lustraron mesas y sillas, arreglaron los baños, iluminaron mejor el salón y mantuvieron el esquinero de madera que separaba el reservado que discriminaba entre el “salón familiar” y los clientes furtivos, que se escondían ahí, al abrigo de las miradas ajenas, a mantener charlas indecentes con mujeres ajenas. En un invierno de hace algunos años, iba a ese rincón vacío a leer las novelas de Onetti, que era lo más obsceno que podía hacer por entonces.
El nuevo dueño del bar tuvo la marketinera idea de invitar con un café gratis a todos los que fueran el día de la inauguración. Aunque no fui, al día siguiente me llegaron los comentarios: el hombre es un jubilado que juntó sus ahorros para jugárselos en este negocio, como una forma de preservar un rincón histórico de Buenos Aires. Me pregunto si esa historia también será parte de un operativo de marketing. Me comentan que Manolo, el gallego que manejó el bar durante más de 40 años, estuvo en la reinauguración.
Pregunto qué pasó con el gato que en invierno se recostaba contra las piernas de los clientes. Una vez descubrí al gato mirando con atención el televisor donde pasaban un viejo video de Ray Charles: desde ese día conjeturé que le gustaba el gospel. Me dicen que al gato se lo llevó a su casa una vecina.
Podría haber sido peor. A fin de cuentas, en esa esquina podrían haber puesto un McDonalds. Y quizás al gato, con un poco de suerte, en su nuevo hogar hasta le pongan buena música.

29.1.07

Dixit
Tanto joder y al final lo habíamos logrado. Estábamos presos por pintar carteles y por cantar la marcha socialista. Cuando llegamos a la seccional el comisario no estaba y el sub no sabía qué hacer con nosotros. Nos pasaron a las celdas pero dejaron las puertas abiertas porque no había lugar para todos. Allí estuvimos haraganeado y charlando hasta que nos empezó a dar hambre. Juntamos lo que teníamos entre todos y un cana nos fue a comprar pan y matambre. Comimos sentados en el piso y tratamos de esclarecer a dos pibes que estaban presos por pungas; pero no daban bola y dejamos el asunto.
Como a las seis entró a cuidarnos un cana jovencito. Mirá, me dice, mirá a ese suertudo, y señala con el mentón a un cana viejo que estaba en un rincón del patio donde todavía había sol, despatarrado en una silla. Ese sí que tiene suerte, le faltan pocos días para jubilarse, ¿te das cuenta?. Y a mí todavía me faltan treintaicinco años.
Eso dijo y yo me quedé como si me hubiera dado un palo en la cabeza. El pobre se dolía de su juventud y quería ser viejo, ahora mismo quería tener sesenta años con tal de jubilarse pronto. Quedé duro. Yo tenía dieciséis y era inmortal y tenía toda la eternidad de luchas y revoluciones por la causa sagrada del proletariado.
Al rato llegó el comisario y después de algunas discusiones cómicas y algunas tomaduras de pelo, nos largó. Pero el daño estaba hecho: yo había visto a un tipo que se lamentaba de ser joven.
(Adaptado de un texto de H. Yánover)

24.1.07

Cartesiano
"Se pasa la vida reivindicando la duda. Y lo hace con tal certeza que confunde".
(H. Yánover)
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