Sábado
La consigna es elemental, pero este fin de semana está dedicado a recuperar un par de cosas simples. Consiste en recorrer con todo el tiempo del mundo las librerías de Corrientes y encontrar un libro bueno-bueno por diez pesos o menos. El atardecer veraniego es perfecto para el plan.
Camino lentamente entre las mesas de libros, revuelvo las estanterías, me detengo a leer contratapas, voy desde Libertad hasta Callao, yendo por la vereda de los números pares, regresando por la vereda impar. Me quedo conversando con tres o cuatro libreros sobre los temas de siempre: qué se vende, cuál fue el chasco del mes, qué catálogos se están poniendo interesantes. Uno de ellos, que recibía mis libros, me pregunta cuándo vuelvo a editar.
Miro la efervescencia cultural de Corrientes. La gente entra a los teatros, sale de los cines, recorre librerías, se sienta en un café a leer. Pregunto por una traducción de Joyce y un tipo que está haciendo cola para pagar se me cuelga a hablar sobre traductores. La noche está llena de minifaldas, de chicas bronceadas, de perfumes sutiles.
Miro libros con la consigna en la cabeza para no caer en la tentación. Encuentro un libro de ensayos de Jonathan Franzen a $ 12, la biografía de Proust escrita por Maurois a $ 15, un Van Gogh editado por Taschen a $ 80. Sé que en la semana voy a volver para arrasar con todo eso, pero no me aparto de la idea original. Hasta que encuentro una edición de The Paris Review sobre la nueva novela norteamericana. Diez pesos. Bingo.
Por la tarde hablé con A. y le propuse no vernos este sábado. Le digo que nada nos obliga a vernos todos los fines de semana. Luego del comentario se despide y corta abruptamente. Vuelvo a casa feliz con mi libro y más feliz aún con la idea de que voy a encerrarme en soledad. Es bueno comprobar que algunas cosas siguen como antes.
La consigna es elemental, pero este fin de semana está dedicado a recuperar un par de cosas simples. Consiste en recorrer con todo el tiempo del mundo las librerías de Corrientes y encontrar un libro bueno-bueno por diez pesos o menos. El atardecer veraniego es perfecto para el plan.
Camino lentamente entre las mesas de libros, revuelvo las estanterías, me detengo a leer contratapas, voy desde Libertad hasta Callao, yendo por la vereda de los números pares, regresando por la vereda impar. Me quedo conversando con tres o cuatro libreros sobre los temas de siempre: qué se vende, cuál fue el chasco del mes, qué catálogos se están poniendo interesantes. Uno de ellos, que recibía mis libros, me pregunta cuándo vuelvo a editar.
Miro la efervescencia cultural de Corrientes. La gente entra a los teatros, sale de los cines, recorre librerías, se sienta en un café a leer. Pregunto por una traducción de Joyce y un tipo que está haciendo cola para pagar se me cuelga a hablar sobre traductores. La noche está llena de minifaldas, de chicas bronceadas, de perfumes sutiles.
Miro libros con la consigna en la cabeza para no caer en la tentación. Encuentro un libro de ensayos de Jonathan Franzen a $ 12, la biografía de Proust escrita por Maurois a $ 15, un Van Gogh editado por Taschen a $ 80. Sé que en la semana voy a volver para arrasar con todo eso, pero no me aparto de la idea original. Hasta que encuentro una edición de The Paris Review sobre la nueva novela norteamericana. Diez pesos. Bingo.
Por la tarde hablé con A. y le propuse no vernos este sábado. Le digo que nada nos obliga a vernos todos los fines de semana. Luego del comentario se despide y corta abruptamente. Vuelvo a casa feliz con mi libro y más feliz aún con la idea de que voy a encerrarme en soledad. Es bueno comprobar que algunas cosas siguen como antes.
9 Comments:
Trabajar por esa zona es insano: siempre estoy tentándome, y lo peor es que no respeto límites de precio (salvo cuestiones obvias, claro). Me encapricho, no puedo, a veces incluso me prohíbo la entrada, pero es tan difícil el día a día sobre Corrientes!
A mi últimamente me encanta encontrar libros que a pocos le importan. El último: Rutas gastronómicas de España. $ 10.
En algún momento le voy a sacar el jugo...
El problema de las mesas de saldos no es encontrar buenos libros: es encontrar buenas ediciones. Buenas traducciones.
El de ensayos de Franzen me interesó más que Las correcciones. Y siempre le recomiendo que vaya a Dickens y arrase con las ediciones de entrevistas de The Paris Review.
Lu: Lo divertido es encontrar libros increíbles a precios ridículamente bajos. Hay que revolver mucho, y eso es parte de la diversión. Podemos hacer juntos el próximo book-tour: se hacen los sábados al atardecer con un par de billetes en el bolsillo y con mucho tiempo para mirar.
Minerva: No me lo digas a mí, que soy comprador compulsivo de libros (por suerte, de nada más). Cada vez que paso por la puerta de Hernández, mi billetera tiembla.
Lou: Coincido con lo de las traducciones, pero con buen criterio se pueden comprar verdaderas joyas.
Y claro, Dickens es un punto obligado, aunque sus precios suelen ser mejorados por otras librerías de la zona. (Me siento Lita de Lazzari, la puta madre...)
Sobre los libros de reportajes de The Paris Review, son increíbles: debo tener 7 u 8 volúmenes de la serie y ninguno me decepcionó.
daniel: qué libros editabas?
Simón: Tenía una editorial especializada en titulos de management, negocios y empresas.
Recuerdo haber comprado a 1 peso el English Course iriginal traído de Inglaterra, y que se dictaba en el Colegio Nacional, en el siglo XIX.
Las descripciones de la estación Constitución y Puerto Madero son un caramelito.
Mantis: En su lugar, ya mismo estaría vendiendo ese libro a un anticuario por un par de miles de dólares. Si quiero hasta le puedo recomendar algunos lugares.
Ay, Daniel. Ud. abre puertas que no deben abrirse, compañero.
Ayer, la Carla me preguntó qué era un book-tour.
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