Fuera de foco
Los tacos te incomodan, el vestido ajustadísimo no te deja respirar y el escote que se ofrece al mundo entero como una promesa te avergüenza un poco. Estás ahí pero tu cabeza está en otra parte, y mirás para todos lados, no tanto buscando a quién saludar sino buscando una puerta por donde huir. A tu lado pasan Iván de Pineda, Suar, el notero de CQC y un tipo que lleva el logo de Telefé en la solapa. Pasan, miran, murmuran. Disimulás la incomodidad: a fin de cuentas estás para eso. La transacción que te asignaron es esa: proporcionarle algo de belleza a la fiesta y recibir con rostro agradecido los comentarios entre vulgares y agresivos de quienes te miran.
Tu amiga, que es más desenvuelta y habla más, cuenta que te llamás Camila, estudiás Medicina y tenés 21. Vos sonreís y parecés de 17. Conversás sin preguntarme dónde trabajo ni qué puesto ocupo. Tampoco verificás que saco y camisa estén bien combinados ni me relojeás la marca del celular que (no) uso. Decís que luego del evento te volvés a Flores y yo -luego de horas de oír hablar de Nordelta- súbitamente recuerdo que existen otros barrios y vive gente en ellos. En las últimas horas, (cuando todo el mundo vive en Nordelta o está mudándose allí) había empezado a dudar de la existencia del tejido urbano.
J. anda por ahí, correteando contactos útiles a los cuales sacarles el compromiso de un negocio y persiguiendo chicas a las cuales sacarles alguna transacción más efusiva. En el escenario, los pibes tecno de BajoFondo Tango Club masacran a Piazzolla. Algunas chicas, que no saben quién fue Piazzolla, pero que también ignoran qué es BajoFondo Tango Club los miran con veneración.
Vos agarrás una copa de champagne y me decís que es la sexta. Preguntás si se te nota. Sin esperar respuesta señalás mi copa de agua y comentás que eso es lo que deberías estar tomando. La noche va a terminar de manera surrealista: volviéndome a mi casa con cuatro botellas de champagne francés que me gané en un sorteo absurdo, buscando taxis para cinco colegas borrachos, abandonando en la barra por simple aburrimiento a la mina con la que había ido a la fiesta, tratando de encontrar en el amontonamiento a una rubia con aspiraciones de top model que me miró un par de veces (y sin poder hallarla), mirándole de reojo las lolas a Verónica Lozano, bajando las escaleras de mármol completamente sobrio pero mareado por la música y la charla, mirando el cielo húmedo y nuboso, preguntándome dónde estarías en ese momento, con tanto champagne encima y tanta soledad en la mirada, pensando que me estoy diluyendo entre caviar y botellitas de Evian, caminando algunos metros por Libertador en la dirección equivocada y pensando con amargura que era de esperar, porque todo en esa noche ocurrió en la dirección equivocada.
Los tacos te incomodan, el vestido ajustadísimo no te deja respirar y el escote que se ofrece al mundo entero como una promesa te avergüenza un poco. Estás ahí pero tu cabeza está en otra parte, y mirás para todos lados, no tanto buscando a quién saludar sino buscando una puerta por donde huir. A tu lado pasan Iván de Pineda, Suar, el notero de CQC y un tipo que lleva el logo de Telefé en la solapa. Pasan, miran, murmuran. Disimulás la incomodidad: a fin de cuentas estás para eso. La transacción que te asignaron es esa: proporcionarle algo de belleza a la fiesta y recibir con rostro agradecido los comentarios entre vulgares y agresivos de quienes te miran.
Tu amiga, que es más desenvuelta y habla más, cuenta que te llamás Camila, estudiás Medicina y tenés 21. Vos sonreís y parecés de 17. Conversás sin preguntarme dónde trabajo ni qué puesto ocupo. Tampoco verificás que saco y camisa estén bien combinados ni me relojeás la marca del celular que (no) uso. Decís que luego del evento te volvés a Flores y yo -luego de horas de oír hablar de Nordelta- súbitamente recuerdo que existen otros barrios y vive gente en ellos. En las últimas horas, (cuando todo el mundo vive en Nordelta o está mudándose allí) había empezado a dudar de la existencia del tejido urbano.
J. anda por ahí, correteando contactos útiles a los cuales sacarles el compromiso de un negocio y persiguiendo chicas a las cuales sacarles alguna transacción más efusiva. En el escenario, los pibes tecno de BajoFondo Tango Club masacran a Piazzolla. Algunas chicas, que no saben quién fue Piazzolla, pero que también ignoran qué es BajoFondo Tango Club los miran con veneración.
Vos agarrás una copa de champagne y me decís que es la sexta. Preguntás si se te nota. Sin esperar respuesta señalás mi copa de agua y comentás que eso es lo que deberías estar tomando. La noche va a terminar de manera surrealista: volviéndome a mi casa con cuatro botellas de champagne francés que me gané en un sorteo absurdo, buscando taxis para cinco colegas borrachos, abandonando en la barra por simple aburrimiento a la mina con la que había ido a la fiesta, tratando de encontrar en el amontonamiento a una rubia con aspiraciones de top model que me miró un par de veces (y sin poder hallarla), mirándole de reojo las lolas a Verónica Lozano, bajando las escaleras de mármol completamente sobrio pero mareado por la música y la charla, mirando el cielo húmedo y nuboso, preguntándome dónde estarías en ese momento, con tanto champagne encima y tanta soledad en la mirada, pensando que me estoy diluyendo entre caviar y botellitas de Evian, caminando algunos metros por Libertador en la dirección equivocada y pensando con amargura que era de esperar, porque todo en esa noche ocurrió en la dirección equivocada.
4 Comments:
Mire, yo estoy a tiro del Nordelta con el 60, y hoy a la noche tengo que pasar por Pacheco.
Si la veo, le aviso.
A ella, obvio.
mi más modesta opinión es que creo que no se perdió de nada.
y además ganó champagne, seguramente encontrará con quien compartirlo de manera menos bizarra y sin estar rodeado de uno que otro cachafáz.
Yo también estuve.
En serio.
Mantis: Avísele nomás. Y diga que aún me acuerdo.
Lu: es increíble. Y triste.
Deapoco: Por si faltaba algo para empeorarla, soy abstemio. Las botellas de champagne terminarán por ahí, como obsequio.
Gatubellita: No me digas que sos la rubia porque ya mismo voy a buscarte. Te juro que cuando te busqué para hablarte te habías ido.
Contame más, que ahora me picó la curisidad...
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